Poner sobre la mesa la huella ambiental de la industria y el costo real de hacer ropa ha desencadenado un complejo debate sobre la accesibilidad y la asequibilidad de la moda de bajo impacto.
Un enfoque solo centrado en el fast fashion:
En teoría, los consejos que se dan sobre moda sostenible son accesibles y asequibles para el público promedio: comprar menos cosas, cuidarlas bien y no derrochar ni tratar los productos como desechables.
Pero la conversación toca un punto bastante sensible ya que trata con profundas divisiones culturales, que son mucho más amplias, sobre las formas desiguales en que el cambio climático, y los esfuerzos para abordarlo, pueden afectar a la sociedad.
En la moda, las críticas sobre el impacto de la industria generalmente se centran en las etiquetas de fast fashion y de bajo costo.
Los precios bajos y los volúmenes altos son fáciles de relacionar con malas prácticas laborales, desperdicio y consumo excesivo. Pero las marcas de ropa asequible también han hecho que la moda sea accesible para muchas más personas.
Mientras tanto, los productos etiquetados como "sostenibles" a menudo tienen un precio más alto (a veces porque hacer un producto de manera responsable cuesta más, pero a veces porque las marcas usan el marketing para sentirse bien como justificación para cobrar más).
Y las opciones presentadas como “más responsables”, como buscar piezas de segunda mano en el tamaño y condición correctos o reparar la ropa dañada, toman tiempo y esfuerzo.
Eso ha abierto el camino para que las críticas al fast fashion se interpreten como una vergüenza para los consumidores más pobres, y exige que el consumo consciente se vea como un argumento que termina siendo elitista en un contexto capitalista.
El tema es particularmente muy complejo porque es personal, y algunxs consumidores se enfadan en defensa de sus propios hábitos de compra.
El mito del lujo “sostenible” :
El debate se ha visto alimentado por las percepciones, alentadas activamente por las marcas de lujo, que, a diferencia del fast fashion, se fabrica con estándares tan altos como sus precios.
Lxs defensores de la sustentabilidad, sin embargo, están dispuestxs a señalar que la explotación y la contaminación pueden ocurrir a cualquier precio.
“Una y otra vez, existe la idea errónea de que si pago más por un producto, sin duda debe ser más respetuoso con el medio ambiente, y las personas [en la cadena de suministro] deben recibir un pago justo”, dice Ayesha Barenblat, fundadora y directora ejecutiva del grupo de defensa de la moda ética Remake.
Pero las marcas de lujo son notoriamente opacas y utilizan el poder de su marca “para salirse con la suya sin compartir... las condiciones laborales o las violaciones de los derechos humanos”.
Y si bien es posible que no almacenen cientos de miles de productos nuevos todos los días como el nuevo gigante del fast fashion Shein, los nombres más importantes en el lujo siguen siendo megamarcas globales que producen grandes volúmenes de ropa y artículos de cuero que requieren muchos recursos, lo que genera un deseo de novedad constante, con cada colección de temporada y cápsula.
En la edición de 2022 del índice de sostenibilidad que presenta anualmente Business of Fashion, los 10 grupos de lujo más grandes del mundo superaron a los de las categorías de ropa deportiva y de streetwear, pero no por mucho. Prada Group, Capri y Richemont se ubicaron entre las 10 marcas con puntaje más bajo de la evaluación.
“Lo opuesto a la moda rápida es la moda sostenible”, dice Barenblat. “Pero lo opuesto a la moda explotadora no es el lujo”.
¿De quién es la culpa entonces?
El punto, argumentan lxs defensores de la moda sostenible, es menos sobre lo que compras que sobre cómo compras. Nadie tiene derecho a estar a la moda a expensas de las personas y el planeta, y defender la ropa barata y desechable hecha por trabajadores mal pagadxs, muchxs de ellxs mujeres, muchxs de ellxs en el Sur Global, no es un ejercicio consistente de consciencia.
“Creo que la relación de la gente con su ropa tiene que cambiar”, dice Derek Guy, escritor de moda. “Si compraste un guardarropa de fast fashion, creo que sigue siendo terrible porque está hecho de plástico y no es bueno para el medio ambiente, y en mi opinión ya es dañino para el trabajo, pero digamos que lo compraste y ya está en tu guardarropa. Lo más sostenible es usar eso para siempre”.
Del mismo modo, no son lxs consumidores más pobres del mundo los que están impulsando los ingresos de los gigantes del fast fashion, sino lxs compradores, relativamente más ricxs, lxs que llenan sus armarios con compras frecuentes de Shein.
En promedio, el 20 por ciento más rico de lxs consumidores de moda tiene una huella de carbono 20 veces mayor que el 20 por ciento más pobre, según un informe de noviembre de 2022 del Hot or Cool Institute y Rapid Transition Alliance.
“Siempre debemos ser conscientes del hecho de que lo que es mejor para nosotrxs no siempre es lo mejor para el mundo”, dijo Lakyn Carlton, estilista y defensora de la sustentabilidad con sede en Los Ángeles. “Es una especie de acto de equilibrio”.
Es un tema incómodo que provoca fuertes reacciones porque obliga a las personas a confrontar el papel que ellas, y sus hábitos de compra, juegan en los grandes problemas sistémicos. Y las soluciones que se ofrecen no son tan simples y fáciles como continuar con el status quo.
Una mejor regulación de la industria de la moda, que trasladaría una mayor parte de la responsabilidad de lxs consumidores a las marcas, eliminaría gran parte de la complejidad y las acusaciones de la conversación sobre la moda sostenible.
“Sin ningún marco regulatorio, estás fuera… en tierra de nadie, y es muy confuso para lxs clientes”, dijo Barenblat. “Debemos reconocer las barreras económicas y también reconocer que participar en este movimiento no se trata solo de comprar. Se trata realmente de unir los brazos para construir un sistema más justo”.