(II)
II
La ciudad se encuentra a 101 metros sobre el nivel del mar.
Yo me encuentro a 4 pisos por escalera y quiero vomitar.
Algunas mañanas despierto como un quejica adolescente,
Pero luego entro a mi móvil ,
Descansando mi cabeza en la almohada inmóvil,
Durante 10 minutos de ser inconsciente,
Hasta lograr registrar que se sentiría
Muy extraño haber tomado una decisión diferente.
Es la amordazante nobleza de entender que no hay control,
Que cada uno de nosotros vale este fulgurante sol.
Registrando esas infinitas alternativas poco identificadas
Como la cambiante vida que buscabas.
En la cual sabes que no todo depende de ti,
En la cual te permites la valentía de sonreír.
Con la que entablas una hábil conversación frente al espejo
Mirándote fijamente a los ojos, directo.
¿Qué, qué es lo que veo cuando miro ese reflejo?
Veo cosas en mí que antes no había querido ver.
Ya no es necesario cavar mi pecho y hacerlo agujero,
Ahora tan solo es cuestión de querer ser.
¿Ser?
¿Ver?
¿Sentir?
¿Elegir?
Sí, serlo.
Verlo.
Sentirlo.
Elegirlo.
Capacidad inherente no quiere decir consciente,
Dos palabras que antes las relacionaba rápidamente,
Actualmente, simplemente no me es deprimente.
Me es omnipresente. urgente, envolvente.
Siento, luego existo. Después lo pienso.
Luego lo lamento por un rato y después, lo beso.
Rituales permanentes que se volvieron naturales.
Ceremonias de conducta no verbales.
Hoy es martes, día de la ceremonia de pasear por un parque de flores,
Lugar de esta ciudad con altos niveles de sobrepoblación.
Al cual me dirijo semanalmente a hacer trámites y papeles,
Burocracia citadina con un diez, de cero al 10 de puntuación.
Descolgando mi abrigo miro al cielo,
¡Tan solo si saliese el sol! Anhelo.
Me arreglo y salgo pronto de mi casa,
Me recibe la calle, tórridamente me abraza.
Mi anterior naturalismo salía,
Ahora mi hábitat natural es mi estudio.
No comparo, solo observo esto en el interludio
Entre el camino desde mi hogar hasta el lugar de destino.
Miro las caras de las personas y no sé si podría
Volver a caminar sin pensar lo gris que es esta ciudad,
Me haría tan bien un poco de heliotrópica luminosidad
Que constituye la alteridad con la que ocasionalmente me defino.
De repente, percibo contraste simultáneo.
Sombras, luces. Es el sol momentáneo.
Instante para sacar la rabia y limpiar mi ser,
Camino raudamente hasta llegar a correr.
Siento cada vez que hay sol una ambivalencia,
En mí es despertada una ansiosa agonía,
Una tumultuosa y desvencijada melodía,
Que torna nauseabunda mi finita existencia.
Y no es tan sólo una estúpida idea mía,
Sé que soy una fuente de injuriosas creencias,
Que de mí se inventa, que de mí sorbía
La muchedumbre y su tan poca existencial hipocresía.
Me miran de lejos, veo su burla en sus estúpidos rostros.
¿Definiríamos rostro a aquello que los identifica a todos ellos
Como el componente inverosímil de sus ignorantes destellos
Que configuran todas las partes de sus espíritus banales y angostos?
Sí, podría decirse.
O al menos así es simplificado.
Cada uno por su lado
Sin cruzarse, sin relajarse.
Guardando un cuidado privatizado,
Terreno baldío, sombrío.
Cada vez más caminando hacia el costado,
Para no caer en la maquinaria de hacer lío.
Sin embargo, cada vez que sale el sol también estoy contento,
Siento que me alimento, siento a través del salado viento
La posibilidad de construir aquí mis nuevos amaneceres,
Mis desquiciadas realidades paralelas y nebulosos atardeceres.
La rabia que sale a flote sirve para sanar muy lento,
Y es a través de este sutil ensimismamiento
Que me sostengo entre arcaicos y pérfidos seres,
Cuyos vestigios de consciencia se los ha llevado su fétido intento.
¿Y si el amor acaso es posible aquí?
Estoy pensando en voz alta
mientras recorro la entrada del parque aledaño.
No sabría poder responder a esa interrogante.
Mucho menos con mi tan poca e inútil data.
Lo que sí sé es que no quiero hacerme más daño.
Quisiera sentir lo que alguna vez sentí,
Quisiera seguir siendo ese eterno caminante
Que recorría las calles de esta ciudad hace un año.
Ahora me cuesta salir y ver su comunidad.
No me llena, no me representa.
Me tomaría una pizca de absenta
Sólo para tener inmunidad
A su majestuoso semblante
Disfrazado de energizante,
De miedo tosco y una fobia picante
Y de apaciguante incapacidad.
Sollozo nuevamente y me destrozo,
No alcanzo a esconderme detrás de ningún pozo
De agua contaminada pero potable.
A la vez que me hago absolutamente responsable
De todo esto que aquí verbalizo,
Yo ya no soy víctima, soy sujeto quebradizo,
Y aunque de a ratos solo corra por estas calles,
Tratando de escapar de donde ni sabes.
Decido seguir el retorno a casa,
Después del infatigable tramiterío,
¡Qué molesto, qué sombrío!
Salió el sol y ya no me alcanza.
Subiendo las escaleras de mi edificio voy pensando,
En un plan para poder seguir escapando.
Luego abriendo la puerta veo a mi sofá rosa
Desaturado por el hermoso sol que sobre él se posa.