(IV)
IV
Cuando salía de fiesta
Me sentía un profeta
De dudosa procedencia
E incluso con poca experiencia.
Sin embargo me creí,
Durante meses sentí
Que cada vez que bailaba fumado
Era un letargo instaurado.
Sabía que cada tanto
Seguramente sostendría
Parafernalia idílica, no sé cuánto,
No obstante así recibía
Amor transmutado en llanto,
Pusilánime sonreía
Y por dentro me sostenía de un canto
Enteramente desmotivado.
Fueron vivencias muy hostiles,
Las recuerdo ahora y las siento viles.
¿Será que necesité de mucha oscuridad propia
Para lograr llegar a lo que mi espíritu acopia
Como identidad actual de mi tenue persona?
¡Algo de sentido de individualidad se asoma!
Pero no alcanza, nunca alcanza,
¿O es que el llanto ajeno nos ensalza?
Deidades humanas magnificadas
Por la vanagloria de esas oscuras pantallas
Que reducen nuestra validez
A la ínfima magnitud de un cerebro de pez.
No quiero compararme
Tampoco llegar a desarmarme
Porque en la guerra de estilos de vida
Cada símbolo no visto es una caída.
Si por un rato me observo
Por afuera de la mirada del otro,
¿Realmente me atrevo
a interpretarme de otro modo?
Quizás lo es todo,
Quizás es el centro
De aquellas doctrinas que iniciaría
Un gran domingo con osadía
En el que mi mirada saldría
De los vestigios del día
Y dejaría de postergar mi felicidad
Llegando a activar mi electricidad
Dejando que cada rincón emane soledad
Y que aquella soledad se convierta en entidad.
La entidad no es suficiente por este barrio,
Apenas ya es casi un año
En el que comencé a tornarme un tanto huraño.
Habiéndome topado con un escarrio,
Perdí el conocimiento al golpearme la cabeza.
Solo recuerdo el mínimo instante que pesa
Todavía en mi pulsión de existencia
Que defiendo con absoluta vehemencia.
Sin embargo, en aquel momento
No era parte, no lo siento.
No albergo resentimiento.
¡No miento! ¡No miento!
Solo veo la ocurrencia
Que experimenté de todo este cuento
Y menos mal mi ufana inteligencia
No permitió ser su presa.
Si sobreviví entonces
No quiero que pienses
Acerca de mi intransigente,
Muchas veces exigente,
Modo de reprender
A este sistema que ridiculizo
Para llegar a no depender
De criaturas inusuales
Impulsivamente actuales
Que empujaría de un décimo piso.
Sin pensarlo dos veces.
Individuos tan tóxicos
Como si fuesen fármacos
De contraindicaciones letales
Haciéndose pasar por elementos
Naturales y que también se perciben ciertos
A manera de conclusión
Te sigo ofreciendo esta canción.
Ya no escucharé tu voz pensando
Si es suficiente cuando
Todas las pretenciones
Llegan a ser ambiciones
Y de nada dispones
Ni siquiera de tus propios dones
Escaparé,
A ti renunciaré.
Guarda tu sol
Que ya no juega ningún rol
En mi extrema situación,
Donde ya ni veo mi corazón,
Tu gris nube
Es el todo que me cubre.
¡Me asfixiaste!
¡Lo lograste!
¡Me embaucaste!
¡Ni lo pensaste!
Ahora que cada segundo
Pasa muy sigilosamente,
Lo que daría por decirle al mundo
Que aniquilaste con tu serpiente
Todo aquello que reconocía
Lugares, personas, poesía.
Ya no te llamo casa, ya no te llamo hogar
Ya no quiero ese sol mirar.
Ese círculo dorado
Rodeado de anaranjado
Con el que me diste la bienvenida
Y donde hoy no veo una salida.
Repentinamente
me siento como una bolsa,
De esas que surcan los cielos
Sola, triste, diáfana.
Que llegó hasta lo alto de un poste
Y atravesó el horizonte urbano
Proveniente de un supermercado
Vacía, sucia, pero volando.
Así me retiro yo.
Así, sin decirte adiós.
Dejando mi ser gravitar
Por lugares que llego a inquietar
Para reencontrarme conmigo
Para convertirme en mi mejor amigo.
En el intento número veintidós
Llego y lo consigo.
Muchas gracias por haberme diluido
En tu lodazal expandido.
A través de ti es que he podido
Registrar que no me he perdido.