El género podría equivaler a algo que nos sirve para definirnos desde nuestro cuerpo, pero que de alguna manera esta anexo a lo que somos.
Se contruye, se determina … como un dildo.
La similitud entre un juguete sexual y el género.
Parece algo totalmente capcioso.
Pero no lo es.
Esto no es algo que se me haya ocurrido a mí de 420.
Es parte de la teoría del filósofo Paul Preciado y de su Manifiesto Contrasexual.
Obviamente para poder entender esto, vamos a tener que deconstruir capa por capa lo que consideramos verdadero sobre nuestra expresión de género y sexualidad y llevarla al terreno del cuestionamiento.
Todo esto es parte de una teoría mucho más general sobre los tratados de la sexualidad cuestionados. Esta teoría es denominada por Preciado como contrasexualidad.
La contrasexualidad no es la creación de una nueva naturaleza, sino más bien el fin de la Naturaleza como orden que legitima la sujeción de unos cuerpos a otros.
La contrasexualidad es, en primer lugar, un análisis crítico de la diferencia de género y de sexo, producto de la heteronorma, cuyas performatividades normativas, o sus fórmulas, han sido inscritas en los cuerpos como verdades biológicas.
En segundo lugar: la contrasexualidad apunta a sustituir este contrato social que denominamos Naturaleza por un contrato contrasexual. En el marco del contrato contrasexual, los cuerpos se reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres sino como cuerpos hablantes, y reconocen a los otros como cuerpos hablantes.
El nombre de contrasexualidad proviene indirectamente de Foucault, para quien la forma más eficaz de resistencia a la producción disciplinaria de la sexualidad en nuestras sociedades liberales no es la lucha contra la prohibición sexual, sino la contraproductividad, es decir, la producción de formas de placer-saber alternativas a la sexualidad moderna. Y mucho más alternativas a aquellas completamente heterocentradas.
La contrasexualidad es también una teoría del cuerpo que se sitúa fuera de las oposiciones hombre/mujer, masculino/femenino, heterosexualidad/homosexualidad.
Define la sexualidad como tecnología, y considera que los diferentes elementos del sistema sexo/género denominados «hombre», «mujer», «homosexual», «heterosexual», «transexual», así como sus prácticas e identidades sexuales, no son sino máquinas, productos, instrumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, aplicaciones, programas, conexiones, flujos de energía y de información, interrupciones e interruptores, llaves, leyes de circulación, fronteras, constreñimientos, diseños, lógicas, equipos, formatos, accidentes, detritos, mecanismos, usos, desvíos…
Entonces claro … viene este filósofo transmasculino en el 2002 a romper todo lo que conocemos sobre género y estamos aquí en el 2022, veinte años después todavía no entendiendo esta teoría.
Al menos hablo por la gente heteronormativa…
Es muy gracioso pensar que las orientaciones sexuales, incluso las denominaciones “biológicas” como hombre o mujer son parte de una artimaña de teorías sobre nuestro cuerpo y sobre nuestro lugar en el mundo que fueron configuradas e impuestas para controlarnos.
El biopoder tiene mucho que ver con esto que Preciado denomina máquinas, productos, instrumentos. Al fin y al cabo, la sociedad no es algo natural. Es algo cultural y socialmente construido, valga la redundancia.
Entonces realmente La Naturaleza, como la conocemos, o al menos, como nos la hicieron conocer … es natural o es contruida?
Y cómo vamos al dildo después de esto.
Tranquiles que ya vamos para allá.
Para Preciado El género no es simplemente performativo.
Cuando Preciado define la performatividad del género se refiere al hecho de que para que el género sea percibido en los cuerpos necesitamos que nuestra expresión, identidad y orientación sexual se perciban desde los cuerpos, en cómo los ornamentamos, cómo los vestimos y cómo nos desenvolvemos con ellos en la sociedad.
El género es una performance. Es cómo tu diseñas o cómo te diseñan el cómo se verá tu cuerpo y tu yo en sociedad y cultura. Si lo ponemos en términos bien generales.
A eso, Preciado le suma algo más :
El género es ante todo prostético, es decir, no se da sino en la materialidad de los cuerpos.
Es puramente construido y al mismo tiempo enteramente orgánico.
Escapa a las falsas dicotomías metafísicas entre el cuerpo y el alma, la forma y la materia. El género se parece al dildo. Porque los dos pasan de la imitación. Su plasticidad carnal desestabiliza la distinción entre lo imitado y el imitador, entre la verdad y la representación de la verdad, entre la referencia y el referente, entre la naturaleza y el artificio, entre los órganos sexuales y las prácticas del sexo. El género podría resultar una tecnología sofisticada que fabrica cuerpos.
Cuando Preciado hace la comparacíón en esta cita de la tecnología con el género es que entendemos lo que quiere decir con el dildo.
El género es como el dildo. En tanto ambos son tecnologías que se contruyen por afuera de las personas para construir su género y su sexualidad, bajo este contrato social heteronormado que es la sociedad occidentalizada y capitalista en la que vivimos.
¿Volverás a ver al dildo que tienes en el cajón de tu mesa de noche de la misma manera?